Tierra en trance, Cerro Saturno y Abisal

Pablo Gamba, November 24, 2022

Originally published in Los Experimentos

(…) La apropiación de la ciencia ficción, en cambio, no es una estrategia retórica que se proponga poner en trance al público para transportarlo a otra dimensión. Hay, por esto, un fuerte contraste en el estilo de Cerro Saturno y Abisal con respecto a Tierra en trance. Estos dos sí son documentales, con uso exclusivo de planos fijos separados por fundidos en negro, en el caso de la película de Hilari, y suaves movimientos de cámara y una función destacada de los travellings de seguimiento, en la de Alonso. 

Lo que aporta la ciencia ficción, en su vertiente distópica, es en ambos casos el trasfondo mítico del género, que problematiza lo real. En Cerro Saturno y Abisal se recurre al mito de las máquinas que se vuelven contra sus creadores humanos. Es un modo imaginario de lidiar con una cuestión emblemática de la modernidad: la alienación. 

Cerro Saturno –título que por sí mismo evoca sutilmente los viajes interplanetarios–, se inicia con un paisaje abstracto, apenas franjas de diversos tonos de gris en la pantalla. Podría ser como el cosmos bíblico en el estado del comienzo de la diferenciación de sus partes, inmediatamente después de la creación del cielo y la tierra. Cuando se hacen claramente distinguibles las primeras formas naturales, como por progreso de la misma diferenciación, es algo que ocurre cuando comienzan a verse otros cambios, por la intervención humana en la naturaleza. 

Lo reconocible, entonces, es una interferencia, una invasión del mundo natural, que sutilmente también introduce el otro tópico de la ciencia ficción. Se hace más claro cuando aparecen las primeras máquinas, que son las torres del tendido eléctrico. Se las ve inicialmente de lejos, pero después cobran un papel protagónico con la presencia imponente de una de ellas en el centro del plano. Cuando quedan fuera de campo visual, se las sigue percibiendo en una vibración eléctrica reiterada en el sonido. 

Si bien el zumbido es, por sí mismo, una presencia perturbadora y el desplazamiento de las formas naturales por la torre metálica es también inquietante, la rebelión contra el ser humano está más definidamente planteada cuando se pasa de la periferia a lo que ya es plenamente ciudad, pero vista en planos cerrados de vehículos de pasajeros. 

Los vehículos no se mueven, lo que es un signo de resistencia con respecto a la función que deberían cumplir al servicio del ser humano. Se presentan también como lugares de encierro de los que viajan en ellos, a los que se ve detrás de ventanas empañadas por la lluvia que distorsionan las figuras. Los rostros cubiertos con tapabocas no son solo un indicio de la pandemia del covid-19 sino quizás también de un mundo que se ha detenido como por una enfermedad que le han contagiado las máquinas rebeldes. 

La lluvia en la ciudad me hace pensar en un clásico de la ciencia ficción distópica: Blade Runner (1982). Tiene como presagio la que cae cuando las torres se ven aún a lo lejos. Esto va cerrando, en los planos de las ventanas de los vehículos, la figura de un virus caído del cielo o el espacio exterior, transportado por la lluvia, pero también a lo largo de los cables. Completa la figura el gran plano general final: la ciudad, vista de noche, tiene el aspecto de un espacio conquistado por la electricidad que lo ilumina. 

También paraliza el miedo que se respira en la atmósfera malsana de esta película boliviana. Es algo que recuerda, para mí, la representación terrorífica de la modernización arrolladora, impulsada por la expansión del capitalismo en la Italia del “milagro económico” de la posguerra, característica de los filmes de Michelangelo Antonioni. La alienación cobra relieve explícitamente aquí por esta referencia a la historia del cine, además de estar implícita en el tópico de las máquinas rebeldes. 

Esto hace de Cerro Saturno un giro novedoso en el cine de Hilari, que viene de realizar Compañía (2019), una película en la que los vínculos comunitarios se extienden humanamente, sin solución de continuidad, entre el campo y la ciudad. Por lo que a la comparación con Tierra en trance respecta, es un mundo en el que se destaca su aspecto problemático por inhóspito, contrario al ser humano, incómodamente habitable en el asiento de la vida colectiva que es la ciudad. La imaginación, en vez de disolver las contradicciones, como en el barroco, en esta película las agudiza.